La fascitis plantar. Corredores, activemos las alarmas, no es un dolor de broma.
En muchas ocasiones ignoramos los dolores hasta que aparecen. Pero cuando nos duele una parte del cuerpo, se activan las alarmas. Y si, además, este dolor nos impide entrenar con normalidad, llega el caos.
Este es el caso de la fascitis plantar, gran desconocida hasta que aparece y se instaura en nuestro pie. Nos boicotea los entrenamientos, y nos puede hacer la puñeta durante muchas semanas si no la detectamos y tratamos a tiempo.
Identificar la fascitis plantar es muy fácil: un dolor en la planta del pie, generalmente en la parte del talón; más intenso por la mañana, cuando ponemos el pie en el suelo, y que va desapareciendo ligeramente a lo largo de los primeros 25 minutos. Pero la fascitis plantar es traidora. Cuando nos confiamos y salimos a correr pensando que ya se ha ido, vuelve a aparecer y con toda su intensidad.
¿Cuál es motivo desencadenante?
En la gran mayoría de los casos es un problema mecánico de la pierna. Pero ¿cuál es la pieza que falla? ¿Por dónde se desmonta la estructura?
Debemos entender que la mecánica del pie es bastante compleja. Se trata de un conjunto de 26 huesos, 33 articulaciones, 17 ligamentos y 33 músculos, con tres funciones muy diferentes, casi opuestas: recibir el impacto de todo el cuerpo, amortiguar el peso e impulsar la nueva pasa. Todo ello bien sincronizado, a alta velocidad y con mucha fuerza.
¿Qué papel juega la fascia plantar? La fascia es un elemento que funciona como la cuerda de un arco. Esta cuerda situada en la planta del pie,estáligada en un extremo en el talón, y en el otro en la base de los dedos. Su función principal es hacer de amortiguador del arco plantar. Se considera que la fascia absorbe un 60% del impacto del peso del cuerpo, y su viscoelasticidad es capaz de restituir esta energía en cada paso o salto.
Pero como decíamos antes, hay elementos que pueden alterar esta función y provocar que la fascia trabaje más de la cuenta y que se sobreestire. Descubrir el motivo de la alteración es la clave del diagnóstico.
- Un pie plano. No es más que la caída del arco plantar, donde la fascia está más estirada que la cuenta y no es capaz de retener y amortiguar.
- Un exceso de arco nos llevaría a todo lo contrario. Una fascia muy corta, sometida a una gran tracción, y que sobresolicitamos a cada paso.
- Una hipertonía o acortamiento de los gemelos e isquiotibiales, que generan tensión sobre la fascia por la continuidad miofascial entre ellos.
- Una debilidad de los músculos de la parte interna de la pierna. Hemos dicho que el 60% de la absorción del impacto la realiza la fascia plantar. El resto queda repartida entre los músculos internos (tibial anterior y posterior, extensor propio del gordo y flexores de los dedos) y la morfología propia del arco.
- Y otras como la rigidez del dedo gordo del pie, que condicionaría la torsión necesaria para adaptar el pie en la fase de impulso. La limitación de la rotación de la cadera, una pierna larga…
Hay otros factores que están directamente implicados en la aparición de la fascitis plantar, como es el mal calzado. Puede ser un calzado inadecuado para el deporte que estamos practicando, inadecuado para las características de nuestro pie, o simplemente que esté gastado y toque renovarlo. Un aumento brusco en el volumen de los entrenamientos. Un terreno para correr demasiado duro, como el asfalto. La poca elasticidad muscular, la falta de hidratación y la mala alimentación en general, el estrés, etc.
Si no se vigila, y se sigue corriendo ignorando la molestia pensando que irá sola, los problemas pueden ser mucho mayores: roturas de la propia fascia, roturas musculares por sobre uso o sobrecompensaciones, condropatías rotulianas, dolor en la cadera y, incluso, a las lumbares.
¿Qué deberíamos hacer si notamos que nos molesta la planta del pie?
Ante todo dejar de correr temporalmente (en el caso de que seamos corredores). Correr es el elemento más lesivo para la fascitis plantar. A partir de aquí hay que buscar cuál es la pieza que falla. Cambiar de calzado o de terreno puede ser de gran ayuda, pero la lesión no se irá sola, habrá que ayudarla. Para ello será necesario analizar todos los elementos y pautar un buen tratamiento fisioosteopàtic, tanto en la consulta como en casa. Ejercicios de estiramiento o de tonificación, propiocepción específica, o CORE. Técnicas miofasciales y de puntos gatillo, manipulaciones articulares, inducción miofascial, vendajes o fibrólisis.
Será el mismo fisioterapeuta/osteópata quien nos pautará la vuelta a la actividad. Una reintroducción progresiva y controlada. El objetivo no es la inmovilidad, todo lo contrario. En etapas iniciales será interesante mantener la actividad, pero evitar impacto. Pueden ser buenos aliados la bici, la natación, el remo, el pilates… y progresivamente ir solapando la recuperación de la fascia con el correr, hasta llegar a la recuperación total.